sábado, 16 de febrero de 2013

Malas personas y personas malas

Al utilizar un adjetivo junto a un nombre, el adjetivo puede ser explicativo o especificativo, y no cal decir que todos hemos estudiado esto en algún momento, por lo tanto debo suponer que, a menos que en vez de haber estado atentos en clase os hubiérais pasado el rato charlando con el de al lado, todos conocéis la diferencia entre los dos términos.

Haciendo referencia al título de la publicación, en este mundo sólo puede haber personas malas, o malas personas. Muchos pensarán que es exactamente lo mismo, y no lo es.

En el término malas personas, el adjetivo es explicativo, y eso quiere decir que todos, y absolutamente todos, son malos. La maldad les carcome por dentro y ni siquiera se dan cuenta.
En el personas malas, en cambio, el adjetivo es especificativo, es decir que, además de los malos, también los hay buenos.

No os equivoquéis, esto no es una clase de gramática castellana.
Es una crítica pura y dura.

Es decir, lo que yo intento descubrir es: el mundo está plagado de malas personas, o personas malas?
Y es realmente difícil saberlo con la sociedad de hoy en día, porque lo que está clarísimo es que aquí hay muchísimas más personas asquerosas, odiosas, falsas y retrógradas que buenas.
Por lo tanto, cómo demonios vamos a saber nosotros quién nos quiere joder y quién nos quiere ayudar?

Fácil. Es imposible.
Defiendo el hecho que todas las personas son horriblemente malas, básicamente porque nunca, en toda mi vida (y son ya casi diecisiete años de vida, contando también aquellos años en los que no tenía aún memoria) y no creo que en lo que me quede de vida tampoco, he conocido una persona buena. Y si lo he hecho, puedo esperar de pié a que ésta cambie a peor.

Recuerdo, hace dos año, haberme juntado con una niña en el colegio, en 3° de la ESO. Era muy maja, me reía muchísimo con ella, hacíamos travesuras como nadie en el colegio (almenos comparándonos con las chicas pijas que habían, ya que los chicos eran mucho peores que nosotras), nos lo pasábamos genial y montones de tardes me iba a su casa a merendar y a pasar el rato ahí. Hasta me invitó a pasar dos semanas en el pueblo en el que veraneaba. Un día hasta le confesé que yo misma estaba segura de que no me merecía una amiga como ella, y de que pensaba que era la mejor persona que hubiera conocido nunca.
El tiempo mismo me demostró lo muy equivocada que estaba.
Al año siguiente las dos decidimos cambiarnos a un colegio católico para hacer 4° de la ESO y hacer ahí el Bachillerato, por el alto nivel que tienen. Creí que seguiríamos siendo amigas como siempre.
Ni de coña.
Empezó a juntarse con otras chicas, a dejarme sola. Se volvió una zorra falsa, y hasta empezó a hablar mal de mí para que nadie me quisiera con ellos.
Yo, por mi parte, me junté con el grupo que se apartaba en el patio a fumar, y yo empecé a hacer lo mismo (me refiero a fumar, aunque también la comencé a criticar).

De ejemplos así los tengo a millones, de los que demuestran que nadie es bueno. Nadie. Ni siquiera yo.
Y siento mucho que seamos así, tan perversos, buscando lo malo en todo y los defectos en todos, hasta que al final cada crítica pesa más y tiene menos valor que la anterior. Y lo peor es que nunca nos hartamos, como si lo que decimos nos alimentara por dentro.
Insultos, prejuicios, acusaciones, falsedades, mentiras, avaricia, envidia, y parece que todo eso nos lo regale el propio Diablo.

Sin embargo, tambien tenemos lo bueno, y eso se demuestra en reflexiones como ésta. Momentos en los que nos sentamos a pensar en lo que hacemos, en como somos, en lo que nos hace felices, en lo que no, en cómo podríamos mejorar como personas, en lo que nos hace débiles, en lo que nos hace fuertes, en las personas que amamos, en las lágrimas que perdimos a lo largo de nuestra vida, en las que nos gustaría recuperar porque no merecieron la pena, y en las que es mejor dejar atrás y olvidarlas por completo, como si nos pesaran en el alma y las quisiéramos lanzar desde un globo aeroestático para poder disfrutar tranquilamente del paisaje.

Es bueno que a veces pensemos en todas esas cosas, y un consejo que os voy a dar antes de acabar:
No os arrepintáis nunca de algo que os haya hecho sonreír alguna vez, por mucho que hayáis sufrido despues. Eso demostrará que sois mucho, muchísimo más fuertes de lo que pensáis. Y si alguien pone en duda vuestra fuerza interior, mandadles a tomar por culo.

Suerte.


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